Ya sé que a veces nos levantamos demasiado pronto. O demasiado tarde. Depende cómo se mire. Pero hay mañanas en las que darías todo lo que tienes por quedarte durmiendo. Y otras que lo que más deseas es saltar de la cama por el día que tienes por delante. Sea como sea el día que te está esperando ahí afuera... nunca nos resulta del todo fácil.
Realmente hay días horribles. En los que ves todo completamente... negro? Esos días, los empujones en el Metro se hacen insoportables. Las clases en la universidad soporíferas y solo quisieras gritar: ¡LEAVE ME ALONE! Está bien. Todos tenemos días de esos... pero aprendí una vez que no todos son así.
Por eso de que coges el móvil y esa persona especial te ha mandado un mensaje (o hablado por Whatsapp por los tiempos que corren) o porque has entrado en la FNAC y te has comprado un libro que no puedes esperar a leer. Porque te has tomado un café del Starbucks con tu mejor amiga o porque has abrazado a tu madre al llegar a casa.
Sí, claro. Hay días insoportables. Y otros en los que desearías estar despierto para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario